lunes, 7 de mayo de 2007

EL FUTURO DE LOS PUEBLOS, ¿UNA NUEVA OPORTUNIDAD? (III)


3 - Del reconocimiento al odio: el Sistema se encuentra.

En absoluto se habría podido pensar en la ampliación de las medidas adoptadas para las lenguas étnicas bajo la Presidencia de F. Mitterrand. Se obtuvieron migajas, una determinada negativa a firmar en forma de prueba. Un artículo del responsable del CNRS Giordan en la última entrega del Boletín “contact”, publicación de la oficina europea para las lenguas menos extendidas (reanudada de Liberación), firma el acta de fracaso de un poder que prometió mucho. El deseo del Pueblo corso, del Departamento vasco o del "sector alsaciano" no existieron. Las posiciones adoptadas en favor de las lenguas regionales permanecen como iniciativas privadas, "fuera de los grupos" y básicamente sin ninguna consecuencia sobre la maquinaria del Estado, lo que prueba bien, básicamente, que hoy como ayer Bretaña o Córcega, Occitania, Cataluña, Flandes, por una parte, y Francia, de la otra, representan elecciones incompatibles. El primero significa cultura auténtica, arraigo, Europa real; la segundo domesticación de información, destrucción de las identidades populares, sistema desencarnado. Eso no cambió y Francia se considera siempre en guerra contra su pueblo: eso durará hasta el último “bretonnant”, hasta el último dialecto del Bicherland. Para asombrarse, es necesario ser ingenuo o idiota, o un vendido; o los tres.

Lo que cambió sin embargo, es la situación de las ideas regionalistas/étnicas: al mismo tiempo designadas como "reaccionarias" o "pasadistas", al tiempo se encontraron "a la izquierda", y a menudo defendidas por "gente de izquierda" (como Morvan Lebesque, o aquel alcalde del amanecer "rojo", aquel profesor ex izquierdista...) mientras que la "derecha" seguía siendo soberbiamente hostil a las teorías "peligrosas para la unidad nacional" (i.e. el – melting pot francés) y "económicamente no rentables". El paisaje mental había cambiado y nuevas necesidades hacían mella en la población, en particular, la necesidad de pertenencia, empujado a continuación por una clase de reflejo vital. Los años setenta han visto una reclasificación teórica y la apertura del espectro regionalista a nuevos medios, no sin que la recuperación haga de la obra. Consecuencias políticas importantes se han derivado de esta fase "expansionista" del regionalismo: o un regionalismo duro infiltró el conjunto del dispositivo político local y tiende a hacer figura de "sociedad real, legítima", es el caso de la Córcega; o la idea regional, adoptada sobre el método menor por numerosos partidos, termina por escaparse a los grupos políticos que se autoreclaman y por convertir en la coartada de todos los partidos en búsqueda de electorado (caso de Bretaña). La coyuntura, en cualquier caso, era menos desfavorable que de hábito de la idea etnicista.

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