jueves, 8 de marzo de 2007

DEL ARRAIGO AL COMBATE IDENTITARIO

Por Juan Antonio Carracedo

Estas líneas no tratan de ser una introducción de un libro, de un ensayo literario, ni tan siquiera pretenden ser un llamamiento a la acción de todos aquellos que aún siguen sintiendo latir el corazón de su pueblo, suelo, de su especificidad.

Tan solo pretendo que la reflexión de la que tantas veces se suele hacer gala, sirva, a ser posible, para, como venimos últimamente escuchando, “releer” y “repensar” la identidad.

La identidad, la defensa de la etnoculturalidad independiente, e interdependiente, de los pueblos, cuenta, por suerte para nosotros, con un número amplio de vectores, que dirigen lo que venimos definiendo con el tiempo, como “combate identitario”.

Uno de esos numerosos vectores es el arraigo.
La necesidad de sentirnos enraizados a un territorio (territorialidad), a una cultura particular y, también esa necesidad de sentirnos identificados con una serie de individuos que se nos “asemejan”.
Esto en ningún caso supone “globalizar” a los individuos y basta solo con observarnos para saber a quienes nos parecemos, y quienes nos pueden ser “semejantes” para evitar caer en ese craso error llamado “universalidad”.

El arraigo, nos guste o no, ha sido una de esas palabras que por un uso desmerecido, desconsiderado y desmedido, ha terminado siendo modificado y argumentado por lo absurdo y por el racismo barato tanto como también por ese jacobinismo españolista y ese disgregacionismo microscópico.



El arraigo, esa sensación de pertenencia a “algo”, donde ese algo supone un elemento base en la concepción de la vida y en la cosmovisión articular de un pueblo, debe de comenzar a limpiar esa imagen mal esculpida. Ese es nuestro deber.

Frente al “arraigo” del hombre blanco, existe el arraigo de los pueblos.
Esa es la realidad. Esa el la absoluta certeza de todos los que nos consideramos identitarios.
Es el equívoco común de un área que no existe.
El arraigo como elemento etno-cultural supone una circunscripción étnica. Donde la cultura juega ese papel primordial. Y aquí haremos aparecer ese reduccionsmo, que no es otra cosa que una idea política diferente al movimiento identitario.
Reducir la política al factor racial e incluso dotarle de importancia es un error no solo político sino social.

¿Qué es lo que se pretende explicar?

Dicen que los ejemplos suelen aclarar bastante las dudas y eso es lo que explicaré.

El concepto reduccionista basado en la raza se olvida de algo quizá demasiado importante como para dejarlo al margen o pasar por alto que conocemos como lo “etnico”, lo “etno-cultural”. Es decir, biológicamente ¿pueden poseer unas similitudes genéticas un australiano y un corso? La respuesta es SI. Ahora bien, ¿son los valores culturales de un corso, de un occitano, de un gallego parecidos a los de un australiano, un americano o un canadiense? Aquí la respuesta es más clara y diferenciadora. NO. No son equiparables los valores culturales que un WASP, americanizado, multiculturalizado, occidentalizado y cosmopolita defiende a los que un joven flamenco, con conciencia de “si mismo”, de su pasado y su presente, dueño de su destino, y con otro tipo de conciencia menos conocida , la conciencia local.



Entre las “deificaciones de guerreros arios” hollywoodienses, y los “castellers” catalanes, sé donde situarme, debemos saber donde situarnos. Donde marca la tradición, el sentimiento que va más allá de lo “folk” y representa todo eso que nos alberga, que nos cobija y que se ha venido defendiendo desde hace siglos, e incluso milenios.


Debe preocuparnos bastante no la pérdida de esa especificidad que defendemos, es decir, no lo que ha sucedido sino el causante de la situación y la solución.
Y aquí vuelve a aparecer de nuevo el arraigo, esta vez como
un dique, como una muralla o como un bastión de combate
capaz de defender lo que somos frente a aquello en lo que
nos quieren convertir.

Arraigo es enraizamiento, una situación nada inmovilista.
Arraigo significa orígenes, ancestros, y consciencia de pertenencia a una demarcación.
Arraigo supone valor, y valor supone victoria.
Es el arraigo quien conduce a la reconquista, y hoy sin ir más lejos la reconquista es nuestra idea.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio